El patrimonio cultural y monumental de Conil de la Frontera se remonta a miles de años de historia, legado de las distintas civilizaciones y culturas que se establecieron en este hermoso municipio. En sus acantilados se pueden apreciar importantes formaciones de fósiles marinos de gran valor ecológico e histórico, con más de dos millones de años de antigüedad.
La ciudad de Conil fue fundada en el año 1200 a.C. por los fenicios, civilización con la que se inicia el arte de pesca de la almadraba, técnica ancestral que perdura hasta la actualidad. La pesca del atún rojo es clave en la economía conileña de ese periodo.
Tras los fenicios, se asientan en Conil los cartagineses, que mantienen las infraestructuras y desarrollan aún más el arte de la pesca del atún, construyendo lugares para las salazones, permitiendo así conservar los alimentos con el uso de la sal.
Durante el Imperio Romano, la localidad vivió una época de grandeza, pasando a formar parte de la Vía Hercúlea, que unía Málaga y Cádiz. Conil se convirtió en un punto de referencia, no solo por formar parte de esta vía, sino porque en esta zona se elaboraba uno de los platos más extendidos en la gastronomía romana, el garo (garum). Este producto consistía en una salsa de pescado empleada para acompañar comidas y también se usaba en la medicina o la cosmética.
Con la caída del Imperio Romano, Conil fue saqueada por visigodos, vándalos y bizantinos, hasta la llegada de los musulmanes en el año 711. Los cristianos reconquistaron el territorio en el año 1265, añadiendo “de la Frontera” al nombre, al igual que a Vejer, Chiclana, Arcos y Jerez, debido a que se ubicaban en los límites de la frontera castellano-nazarí.
Juan Alonso Pérez de Guzmán fue el primer regidor de la ciudad bajo las órdenes del monarca Fernando IV, que ya gozaba del privilegio que le otorgó Sancho IV para pescar atunes desde el Guadiana hasta el Reino de Granada. Para defender la ciudad de las invasiones, mandó construir la Torre de Guzmán, una muralla que salvaguardaba a los conileños y una serie de edificios de defensa como el Baluarte. Todo para mantener la vigilancia y evitar las amenazas piratas. Desde ese momento, la historia de Conil evolucionó de la mano española y basó su economía en la pesca, sobre todo, la del atún rojo de almadraba.
Debido a las luchas nobiliarias entre los Guzmanes y los Ponce de León, en el siglo XVI la localidad sufrió una pequeña crisis que afectó a las almadrabas. Tras siglos de disputas, enfermedades y otras dificultades, en el siglo XVII Conil de la Frontera se convirtió en el eje de la economía de la zona. En este momento, la ganadería y la agricultura se sumaron al arte de la almadraba como sectores que sustentaban la economía conileña. Esto trajo consigo el arraigo que tiene Conil con el campo.
En esta época, concretamente durante el siglo XVII, el duque de Medina Sidonia conoció la importancia del azufre e hizo abrir la mina que se encontraba en una finca de su propiedad. Con el paso de los años, numerosos estudios han determinado que la importancia de esta mina reside en que el mineral es prácticamente puro y guarda, por ello, un gran interés geológico e histórico.
Ya a principios del siglo XX, la economía de Conil de la Frontera estaba apoyada en la pesca, la agricultura y la ganadería, momento en el que empezó a destacar la producción de la carne autóctona de Retinto y la calidad de los productos cultivados en tierras conileñas.
Con el paso del tiempo, sobre los años 60, el municipio comenzó a ser conocido como un destino turístico gracias a la calidad de sus playas, y así ha continuado creciendo de manera exponencial hasta llegar a ser el referente de turismo nacional e internacional que se conoce hoy en día.
Excelentes playas y una gastronomía única se combinan para que el turismo sea la base de la economía de este pueblo gaditano, uno de los más pintorescos de la Costa de la Luz, que guarda en su interior enclaves de gran valor ecológico e histórico.